Para llegar a la playa de Soesto hay que conducir por una carretera angosta, curveada y oscura, que transcurre dentro de un pequeño bosque que le da un tinte siniestro. Un cementerio en el camino y los hórreos de piedra completan el tétrico escenario nocturno. Pero al llegar a Soesto, se abre el cielo y se oye el mar batiendo las olas y un cielo estrellado ilumina de forma tenue las siluetas de varias furgonetas acampadas para pasar la noche.
Por la mañana el nordeste sigue soplando, lo suficiente como para que el mar no pueda dibujar olas alineadas y lo escaso como para poder navegar. El caso es que un par de gallegos prueban suerte y algo rascan en una sesión que describen como "peleona". Tomamos camino de Traba donde el viento ya se hace notar y hay una pequeña ola. Al agua!. Un buen día, nada comparable a los días anteriores, pero de todo se saca algo.
Pasamos dos o tres días entre Soesto, Traba, Zas y Laxe. La previsión de viento y olas se ha mantenido, y no ha tenido mucha historia,
surfing muy retorcido y saltos y más saltos, esa asignatura pendiente que parece que estará pendiente por mucho.