Masirah Island, Omán.

Oriente Próximo es uno de los lugares exóticos que nos queda a los occidentales donde sentirnos de verdad extranjeros. La isla de Masirah, situada al sur del Golfo Pérsico es un enclave estratégico para los militares. ¿Para los militares solo...? No. Las condiciones consistentes de viento y olas que ofrece esta pequeña isla al sur de Omán hace que sea un spot de chincheta roja en el mapa del windsurfista

Nuestro larguísimo viaje comenzaba entre Madrid y Bilbao. Unos días antes de salir estuvimos preparando los boardbags con todo el material que llevábamos, un par de tablas de surf, un par de tablas de windsurf y velas entre 3.6 y 5.4. Además de palos, botavaras, arneses y algún extra que nos dejaron en Surf3. Comienza la rutina de los viajes: Quitar footstraps, enrollar las velas juntas, colocar protecciones de las tablas…

Volábamos con Swiss que nos cobró 300€ por el transporte del material. Demasiado dinero que no pudimos negociar. Como siempre la aventura y mayores dificultades comienzan en el aeropuerto con el tema de los equipajes. Quizás en el aeropuerto de Canarias estén acostumbrados, pero en Madrid es una aventura. Poco a poco se están poniendo más estrictos con el peso del equipaje en los aeropuertos y superar el máximo de 32kg cada vez se hace más complicado. (Aunque hay que decir que nosotros cargábamos 72kg).

Teníamos una escala muy justa en Zurich, 40 minutos para bajar del avión, y correr hasta la puerta de embarque donde nos esperaba el Airbus 330 que nos llevaría hasta Dubai y después hasta Muscat. Antes de subir al avión había que asegurarse que los boardbag venían con nosotros y justo cuando íbamos a preguntarlos vimos venir en un camioncillo a toda pastilla. ¡Salvados! Podía faltar el bañador, el cepillo de dientes o el pijama, pero si nos pierden el material a la ida, (nos lo perdieron a la vuelta) el viaje se convertía en desastre. A las 20:00 aterrizábamos en Dubái, y un par de horas más tarde ya estábamos en la capital de Omán: Muscat.

Nada más bajar del avión notas que estás en un sitio diferente, las mujeres con velo, y los hombre con un vestido blanco impoluto y perfectamente planchado.

Todo el mundo muy amable. Allí alquilamos un todoterreno, pues nos esperaba un viaje de 5 horas atravesando el desierto hasta llegar al sur del país desde donde sale un ferry que nos trasladaría hasta la isla de Masirah, paraíso de olas y viento sideoff.


El todoterreno no es requisito, ya que en la isla se puede llegar a todos los spots con un coche convencional si andas con cuidado. Lo que sí es imprescindible es tener un coche en buen estado. Aunque las carreteras son buenas, durante el tramo del desierto no encontramos ninguna gasolinera ni nos cruzamos con apenas gente.




Nos aconsejaron no viajar de noche y seguimos el consejo. Dormimos 3 o 4 horas en el aeropuerto hasta que amaneció a eso de las 4:30 am y salimos pitando. El riesgo más importante son los camellos y cabras que te puedes encontrar en la carretera. Por lo demás no hay ningún problema. A las 11 de la mañana estábamos esperando al ferry.



Llegamos los últimos y nos pusimos los últimos en lo que entendimos que era una fila de coches. Pero el orden de llegada no es el criterio para subir a un barco que no tiene horarios, ni garantías de que llegue y en el que caben unos 15 coches aproximadamente. Después de que se nos colaran tres o cuatro coches, se nos agotó la paciencia. Así que salí del coche decidido a recriminar a uno de los árabes que se había colado con todo su morro. Un turista alemán me vio y se acercó rápidamente para explicarme las reglas. "Mira ahí atraca el barco, por aquí entran y salen los coches, no hay orden, entra en el barco el que más mete el morro y el que es capaz de cerrar a más coches". Ok si esas son las reglas, juego con ventaja que soy de Madrid y las horas de M-30 y M-40 de algo me tienen que servir.


Dicho y hecho, el objetivo era no ponerse detrás del torpe y atravesar el todoterreno todo lo que podíamos. Era increíble, todo el mundo jugando al Tetris con el coche, sonriendo y sin pitar, y eso que algún toque hubo. Tuvimos suerte y nos colamos en el primer ferry que llegó. Una hora de barco y al llegar, ducha y corriendo al spot donde nos esperaban nuestro compañeros de Bilbao. Nada más llegar a Khasit, alucinamos. Viento de derechas para 4.7 sideoff y una ola de tres cuartos de palo que abría como una cremallera wooow...

Estaba Matía Pedrani con su familia en el agua. Quedaba una hora de luz, y no era cuestión de arriesgar el primer día muy cansados del viaje. Nos acordamos muchos días de esta tarde, porque pinchamos un día tras otro, pero bueno, lección aprendida: Navega hoy como si fueses a estar mañana en la oficina.

Diego y Juncal llevaban una semana navegando a diario con viento fuerte y olas. En total en la isla llevaba soplando 47 días con más de 20 nudos. Al día siguiente nos despertaron los cazas de la base militar a eso de las 6:00. Ya había viento así que me dediqué a despertar al resto. Llegamos los primeros a Khasit. El viento soplaba para 5.2 y había ola aunque menos que el día anterior. Primera sesión matutina. En seguida el viento subió y volvió a subir. 4.7 y pasados en una ola muy noble, larga y divertida que no tiene labio asesino.

Lo que sí hay son rocas asesinas a un palmo de profundidad. Al salir a cambiar la vela un mordisco en el plano de la tabla y un tatuaje en la quilla muy majo. Mejor romper el material en el agua que en la playa. Reparación y otra vez a dentro. Al día siguiente amanecimos con menos viento, así que nos fuimos al Sercho. Un spot que está más cerca del pueblo y donde sopla algo más. No había viento suficiente, así que una sesión de surf hasta que de repente una nube de unos 100 pececillos saltaron del agua, y una sombra negra apareció en la ola del fondo.

No vimos más. Ni aleta ni dientes, pero fue suficiente como para remar hasta la orilla a toda velocidad. Poco a poco iba subiendo el viento y volvimos a Khasit de nuevo. La misma ola y el mismo viento que el día anterior, y esta vez con un pequeño mapa de las rocas en la cabeza. Ese fue el penúltimo día de viento que tuvimos en una isla que no hay demasiado que hacer. Al sur de la isla hay un spot de freestyle donde un arrecife a unos 500 metros de la orilla no deja entrar el mar de fondo y deja el agua como un espejo. Aquí el viento entra algo más fuerte, pero tampoco hubo suerte.


Pasamos el resto de días paseando por la isla, admirando la fauna. Uno de los días salimos a pescar con un local que cada día traía pescado a la playa. ¿Picaban? Un trozo de calamar en el anzuelo duraba unos 30 segundos y no habíamos pescado en la vida.


En un momento dado el sedal salió disparado de un sitio para otro, yo estaba convencido que habíamos pescado una ballena o algo más grande, hasta que el pescador empezó a gritar Sharky Sharky!!! Efectivamente pescamos unos 10 babysharks de un metro de largo aproximadamente.

No volvimos a navegar hasta el último día a última hora de la tarde. El material seco, ordenado y 10 nudos de viento sideoff nos hacían dudar si montarlo o no. Uno de nosotros montó y a los 10 minutos estábamos todos en el agua. La sesión duró hasta que se fue el sol y no conseguíamos ver las olas. Al menos nos quedamos con un buen sabor de boca y esperamos repetir en algún momento.



















Algunos Datos prácticos:


Como llegar: Hay varias opciones. Lo ideal es volar hasta Muscat, capital de Omán. Nosotros volamos con Lufthansa vía Frankfurt y Swiss vía Zurich. El vuelo cuesta alrededor de 700€. Otra opción es volar hasta Roma y desde allí con Turkish Airlines hasta Muscat. También se puede volar a Dubai y conducir unas 4 o 5 horas más.

Época: La mejor época es Junio, Julio y Agosto. Para asegurar lo máximo, mejor julio.

Temperatura: El agua no está fría. Se puede ir en lycra y bañador, pero a última hora de la tarde un traje de 3-2mm no sobra.

Material: Material de olas, una tabla de 75- 80 litros para un navegante de 80kg y velas de 3.6 a 5.4, siendo las velas del centro las más usadas. Una tabla de surf viene bien para los días sin viento. Trae todo lo que vayas a necesitar puesto que aquí no hay ninguna tienda para reponer.




Dormir:
En la isla hay varios hoteles. El mejor sin duda el Swiss-Belhotel. Un resort con todas las comodidades, piscina, jacuzzi, Internet... Merece la pena.




Comer: En el pueblo no hay muchas opciones. Hay un restaurante turco donde los italianos les han enseñado a hacer unas pizzas en condiciones. También puedes comprar pescado y que te lo preparen en cualquier sitio. Por unos 3 o 4 euros se puede cenar arroz y pescado. También hay un supermercado donde tienen muchas cosas, aunque se echa en falta el chorizo, el lomo o el jamón.

Seguridad: La isla y en general el país nos dio la impresión de ser un sitio bastante seguro. El coche se quedaba abierto muchos días con el material en el techo. En el grupo había chicas y no tuvieron ningún problema con nadie. Masirah, un destino muy recomendable.

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